Es licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e hizo una maestría en Economía en Ucema; es profesor de Macroeconomía y de Crecimiento Económico y director del Congreso Económico Argentino; desde 2013 trabaja en la consultora Invecq, donde se desempeña como director y economista jefe
“Si el Gobierno no sale hoy del cepo es, entre otras cosas, porque no tiene las reservas suficientes”, define Matías Surt, economista de la consultora Invecq, al analizar el esquema económico y las medidas de los primeros meses de la gestión de Javier Milei. Según el analista, el país registra “avances en lo fiscal, en lo monetario y en los precios relativos con menor o mayor velocidad”. Y advierte: “Lo cambiario me preocupa bastante más”.
–¿Por qué es esa preocupación?
–Porque, si bien hay señales muy positivas, si tenemos en cuenta que el Banco Central hace cinco meses estaba con US$11.000 millones de reservas netas negativas y hoy, depende de cómo hagas la cuenta, llegó a cero, eso está explicado en cierta medida por un cepo todavía muy potente y por el cronograma de pagos que se estableció para los importadores, con cuatro cuotas de acá a 120 días. Entonces, la demanda que estamos viendo, tanto por motivos comerciales como por motivos financieros, está muy restringida. Y está bastante justificado, no estoy diciendo que haya estado mal, porque la situación era de emergencia: si había reservas negativas significa que no estaban los encajes de los depósitos bancarios y se corría hasta un riesgo de crisis bancaria, que no estaba quizás en la cabeza de nadie.
–¿Y qué ve hacia adelante?
–En ese cronograma de cuatro cuotas, en un mes más se empiezan a acumular y ya habrá una cuota en cada mes; es decir que ya se va a estar pagando casi el 100% de las importaciones. En algún momento eso no es normal, y si queremos ir hacia una apertura al mundo hay que volver a un esquema tradicional de importación. Hoy estamos con importaciones bajas porque la actividad está muy deprimida, pero cuando la economía empiece a rebotar se van a demandar muchas más importaciones. Entonces, esa acumulación de reservas, que es muy positiva y valiosa, está hoy un poco atada con alambres. Y la principal duda es, una vez que pase la gran cosecha del agro, la temporada alta de liquidación de dólares, ¿qué nivel de tipo de cambio real te queda para el tercer o el cuarto trimestre de este año? Porque para salir del cepo con credibilidad y potencia, el Banco Central necesita acumular US$5000, US$10.000, US$20.000 millones más de reservas, para poder sostener un tipo de cambio fijo o flotante.
–¿Qué mira en la foto y en la película con respecto al tipo de cambio?
–En la foto se ve que hoy estamos con el mismo tipo de cambio real que a esta altura del gobierno de Cambiemos en 2016, que pasó de un dólar de $9,40 a uno de $16 y después a $15 y $14. Ahora, la dinámica es muy diferente, porque en ese momento la inflación corría al 2% mensual, que es la tasa a la cual hoy corre el tipo de cambio, mientras que la inflación, según el último dato, que incluso fue bueno, fue de 11%, y el Banco Central estima 9% para abril y 6% para mayo. Entonces, si se mantiene una brecha entre la tasa de inflación y la tasa de devaluación durante mucho tiempo, aunque la inflación vaya bajando, eso te va comiendo competitividad, te va encareciendo en dólares. Y tenemos experiencias claras en la historia económica argentina. En los casos del plan Austral y la convertibilidad, cuando uno analiza el momento en el cual ambos planes devaluaron y congelaron, o dejaron mover el tipo de cambio a una tasa chica, esa brecha se cerró mucho más rápido. En la convertibilidad, la inflación que para Milei fue de 25% en diciembre –el mes de la devaluación–, fue de 27%, y después se bajó a 11%, 5% y 3%. En el plan Austral la baja de la inflación mensual fue más violenta todavía: 30%, 6% y 2%. Ahora tuvimos 25%, 20%, 13% y 11%. Son cuatro meses en dos dígitos, y ahora se estima un 9%. Pero, para que en la película la política cambiaria te deje hacia fin de año con un tipo de cambio real que no te preocupe, la brecha debería haber bajado mucho más rápido. Entonces, quizás sea necesaria alguna corrección, que obviamente es lo que el Gobierno quiere evitar.
–¿Por qué?
–Claramente, por miedo a la inflación. Es difícil para un gobierno que viene de un índice de 25% y está bajando al 10%, dar otro shock devaluatorio. Hay distintas visiones. Algunos dicen que se tiene que evitar un nuevo shock devaluatorio de un día para el otro y que, entonces, es mejor relajar y dejar que el dólar vaya un poquito más rápido para ir acompañando la tendencia de precios. Otra postura es que se mantenga [el esquema del tipo de cambio] hasta que la inflación se acerque mucho a ese 2% y que se vuelva a devaluar cuando, por ejemplo, se saquen los controles de cambio. Incluso, desde lo comunicacional el Gobierno podría decir que no está devaluando, que solo está sacando el cepo y que, si el dólar subió, es porque es el precio libre de mercado de verdad, y no como ahora, que hay un mercado intervenido. Y en ese contexto, con una inflación muy baja, el pass-through va a ser bastante menor.
–¿Y el nivel de precios? ¿La Argentina se encareció?
–El origen tiene bastante que ver con una descoordinación al momento de comunicar la política económica y el rol que tiene el Estado en cuanto a guiar, moldear o disciplinar las expectativas del sector privado; eso se nota clarísimo entre finales de noviembre y principios de diciembre. El nivel de incertidumbre que había primero en las semanas previas al balotaje, cuando los candidatos tenían que maximizar sus posturas, y Milei hablaba de que los pesos no servían para nada, que había que salir de los plazos fijos… Todo eso generó un clima de incertidumbre muy fuerte, y el sector privado dijo: ‘Yo me voy a proteger ante lo que pueda ser que venga’. Y eso es poner los niveles en pesos lo más altos posibles. Y después, como la dinámica cambiaria fue bastante más ordenada que lo que el propio candidato a presidente decía inicialmente, quedaron los precios en pesos allá arriba, con un dólar que quedó acá abajo respecto de la expectativa. Y eso puede generar problemas de asfixia del sector externo, que el país quede poco competitivo en relación con el resto del mundo en el sector transable, que es el que más incentivos debe tener, y el que mejor ordenado debería estar en sus precios relativos, porque es por donde tenemos que salir.
–¿Y cómo impacta este contexto en las exportaciones?
–Se complica un montón. La Argentina vivió 20 años intentando un crecimiento del PBI, con alguna excepción en el medio, sobre la base del gasto público y el consumo. Hoy esos dos motores del PBI están completamente agotados, y la salida es con exportaciones e inversión. Y esas dos cosas necesitan un nivel de competitividad que no lo tenemos. La visión del Gobierno, en la cual yo concuerdo, es que la Argentina no puede seguir buscando su competitividad a costa de devaluaciones: tenemos que hacer reformas profundas, desregular, desburocratizar, mejorar infraestructura, hacer acuerdos comerciales. Todo eso es cierto. Pero esas son medidas que demoran en llegar y, una vez que ocurre, para que madure hay que esperar más tiempo. Y son todas reformas difíciles, desde lo político, principalmente. Ahora mismo, el propio Gobierno está retrocediendo con la reforma laboral, porque quiere acordar con la CGT para no tener tantos problemas. La discusión es si tenemos que esperar dos años para ser el país competitivo que queremos ser; si no llegamos, en el medio podemos enfrentar una crisis de balanza de pagos que complique la salida.
–¿Cómo ve la cuestión fiscal?
–En el rumbo estoy 100% de acuerdo. La Argentina tiene un problema de largo plazo que es fiscal; el Gobierno lo entendió y dijo que hay que resolverlo. Sin resolver la pata fiscal no puede resolverse la pata monetaria y, sin eso, tampoco la cambiaria. Entonces, el rumbo es correcto. ¿Las medidas? Atacaron con lo que había sobre la mesa. Está un poco atado con alambre todo el programa fiscal, pero no había muchas herramientas tampoco. Y el equipo que está al mando, incluido el Presidente, cometió también algunos errores. El año pasado, el propio Milei siendo diputado votó la eliminación del impuesto a las ganancias; si eso no se hubiera aprobado, habría recaudado más en diciembre, enero, febrero, marzo y abril. Como no tuvo esa recaudación, tuvo que poner un impuesto PAIS de 17,5%, que es casi un ‘ingreso bruto’ a toda la facturación de importaciones, que también le resta competitividad a la economía y afecta el tipo de cambio de equilibrio real de equilibrio. Entonces, el ajuste básicamente va por un aumento de impuestos a través del PAIS, que este año va a recaudar 2 puntos del PBI, y el resto es licuación o control del gasto, y algunos son sostenibles y otros no. Por ejemplo, el ahorro en subsidios de los primeros meses: el Estado no puede estar ahorrando en subsidios si las tarifas todavía no habían subido. Eso, evidentemente, es caja pisada a Cammesa. Y se va a hacer sostenible cuando las tarifas efectivamente estén cubriendo el total de los costos. Quizás la mayor crítica es a la política tributaria.
–¿Por qué?
–Por haber colaborado en la eliminación de la cuarta categoría de Ganancias y haber tenido que llenar ese bache con una carga de impuesto PAIS mucho más alta. No digo que no hubiera sido necesario de otra manera, pero con una alícuota menor que te hubiera encarecido todos los productos importados mucho menos y te hubiera ahorrado parte del problema con los gobernadores. Y tampoco es para defenderlos, porque cuando eso se votó, el año pasado, no hubo ninguno que en el medio de la campaña que le dijera a Sergio Massa: ‘No hagamos esto, porque es populismo tributario’. La Argentina tiene un problema, un trauma psicológico con Ganancias de la cuarta categoría. Es un impuesto básico en cualquier país del mundo. En todos los países de la región se paga: Perú, Paraguay, Chile, Uruguay ni hablar. Lo paga mucha más gente. El mínimo no imponible que está todo el tiempo en discusión es altísimo en la Argentina en comparación con la región. Al Presidente le gusta mucho hablar de las batallas culturales, y yo creo que tenemos que dar batallas culturales en términos de cuál es la estructura tributaria más eficiente, y no me parece que tengamos que eliminar Ganancias y cobrar derechos de exportación y el impuesto PAIS.
–¿Qué perspectivas tienen sobre la recuperación económica? ¿Qué la explicaría?
–Nosotros estamos viendo la primera mitad del año muy recesiva. En el primer trimestre coincidimos todos, hasta el Gobierno cuando dice que la economía cae y que es el precio a pagar por toda la normalización. Nosotros creemos que el segundo también va a ser muy recesivo, quizás un poquito menos, pero no vemos que en marzo haya un piso claro de actividad a partir del cual se rebota. Eso se podría dar recién a partir del segundo semestre, cuando quizás ya haya pasado la gran mayoría de los aumentos de precios que quedan pendientes entre los sectores con valores regulados, cuando la inflación esté descendiendo y cuando la propia política de negociaciones salariales esté yendo un poquito por arriba y los ingresos empiece a recuperarse. Pero la recuperación económica va a ser lenta.
-¿A qué se debe?
-Primero, porque el gobierno también necesita disciplinar la dinámica salarial y no puede permitir que los salarios se recuperen al 10% mensual. Sí, la inflación es siempre en todo momento un fenómeno monetario, pero ojo que no se me vayan los precios de los salarios por cualquier lado porque eso me lo va a complicar. No hay duda, entonces, de que el gobierno en esa preocupación de que la inflación no se le acelere de nuevo, controla los salarios. Y eso hace que la recuperación del poder adquisitivo sea más lento que en otro contexto, y quizás más sostenible también. Además, cuando Milei llega a la presidencia, la soja valía más de US$500 y hoy está en US$430. No tuvimos sequía este año, pero tuvimos la chicharrita y otros efectos raros que nos están recortando un poco la cosecha, entonces el campo va a empujar, pero no tanto. Y como los precios son más bajos, el derrame en términos del efecto ingreso que genera va ser menor. Y cuando el gasto público tira para abajo, cuando el consumo todavía está resentido, la salida es por la exportación y la inversión. Pero con un tipo de cambio un poco ajustado, no va a ser fácil que Argentina se inserte rápido y que empecemos a venderle muchas cosas al resto del mundo, más allá de los diamantes como Vaca Muerta, el gas que va a sustituir importaciones y demás.