Clarín cumple hoy 80 años como un hábito cotidiano de los argentinos

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El histórico Clarín, el diario que supo acompañar desayunos en casas, oficinas, fábricas y cafés o en viajes no siempre cómodos en el transporte público de al menos cinco generaciones de argentinos, cumple hoy 80 años, ya consolidado también, y desde hace casi tres décadas, como un diario multiplataforma, adaptándose y respondiendo a los desafíos de la innovación y del mundo digital. Y los celebra bajo una consigna simple y profunda a la vez: estuvimos, estamos, estaremos.

Estas ocho décadas no sólo anclan en la nostalgia del ayer fundacional o en el repaso de sus informaciones y primicias, que fueron muchas y de alta significación. También permiten homenajear la trayectoria de todo su personal de las diferentes áreas que componen un medio de comunicación que han construido y contribuido, con su talento, su esfuerzo y su resistencia, en muchos casos, a sostener la relevancia e influencia gracias a la formidable y masiva respuesta de sus lectores a una propuesta editorial.

Clarín nació con un espíritu pionero, innovador y alma emprendedora, con la idea de ser un actor que contribuyera al desarrollo del país, de las empresas, de la sociedad y de las familias. ¿Cómo lo conseguiría? A partir de su materia prima y principales insumos comunicacionales: la información, la crítica y el servicio, sabiendo su responsabilidad en ese entramado social. Y que esos atributos debería ganarlos día a día en los quioscos, en el voceo de los viejos canillitas, en la confiabilidad de sus ediciones y también asumiendo los desafíos urgentes del periodismo digital, la interconexión con las redes y el auge del periodismo on line en cualquiera de sus plataformas, en las que Clarín ha alcanzado al día de ayer los 750.000 suscriptores.

Roberto Noble, su creador y fundador, supo interpretar la vida social y las artes de la política, que había conocido y ejercido como joven legislador socialista y ministro de un gobierno bonaerense conservador, un buen día desconcertó a sus amistades en una reunión social en su campo de Lincoln: “Vendo todo lo que tengo, quiero lanzar un diario”. Uno de los presentes le salió al cruce: “Roberto, ¿sabe lo que está diciendo? Si yo fuera propietario de un diario lo vendería para comprar una estancia y resulta que usted quiere vender la estancia para fundar un diario”. Otro le hizo ver: “Además dice que será un matutino, cuando la mañana tiene tres grandes diarios que cubren el mercado, como son La Nación, La Prensa y El Mundo”. Noble replicó: “Justamente. Esa es mi idea. En un concierto de tambores, salgo a tocar el clarín, quiero dar una nota nueva. Y eso será Clarín en el periodismo argentino. Una nota nueva”.

Corría enero de 1945, un año divisorio de aguas en el mundo y en la Argentina. Ocho meses más tarde, el 28 de agosto, las rotativas lanzaban a la calle un diario hecho en la redacción de Moreno 840, con una tirada de 150.000 ejemplares, en los talleres del vespertino Noticias Gráficas, con la aspiración de transitar caminos periodísticos entonces inexplorados, siempre en estado de alerta al cambio de época que asomaba con el final de la Segunda Guerra. Hace ochenta años, ocho décadas, 4.172 semanas y 29.200 días que aquel Clarín asumió con éxito el desafío inaugural y lo hizo en un país que atravesó turbulencias políticas y económicas que derrumbaron gobiernos, empresas y, lo que es peor, vidas, bienes y sueños de sus ciudadanos.

La tapa de Clarín con la noticia del asesinato de Kennedy.

Hoy, pleno auge de la volatilidad de los acontecimientos, cuando las redes sociales y las efímeras fake news tratan de imponer nuevas lógicas informativas, las ediciones en papel siguen siendo aun una vidriera importante de los grandes diarios del mundo. Pero no serían lo mismo ni conservarían esa credibilidad originaria del trayecto validado sin sus ediciones digitales que han tomado el protagonismo instantáneo que antes daba la edición matutina del papel.

Ya en los tiempos iniciales, Clarín puso empeño en asumirse como diario de la familia y de enraizar entre sus hacedores y sus lectores la idea de respetar “el juego limpio” como moral rectora de la vida y la política. Como en la edición del 22 de marzo de 1946, cuando la sociedad aún no había sido informada del triunfo electoral de Juan Perón en las elecciones del 24 de febrero, realizadas casi un mes antes, en un editorial publicado en la tapa, sin firma, pero con todo el estilo de la pluma de Noble, que a efectos visuales operaba como título principal del diario, en un recuadro titulado Juego Limpio se aseguraba que Perón había ganado las elecciones y afirmaba: “Lo cortés no quita lo valiente: Clarín, que apoyó al bando contrario, baja sus armas, saluda caballerescamente al hombre impuesto por la mayoría del pueblo y le desea buena suerte y mucho éxito en las tareas gubernativas que tiene por delante. El que entre en el juego, debe saber ganar y perder hidalgamente”.

A 12 años de estar en la calle el ADN innovador del diario se orientaba a la clase media como sujeto histórico de la hora y buscaría el público femenino cuando se daba por hecho que los diarios eran un producto de consumo casi exclusivamente masculino. La oferta editorial de Clarín supo ponderar entonces una sociedad en intenso proceso de cambio. Les hablaría de igual a igual tanto a las amas de casa, como a las mujeres que se animaban al desempeño laboral en oficinas o a las profesionales que salían a conquistar el mercado laboral y acompañaban las transformaciones de su tiempo.

Las tres copas del mundo -76, 86, 22- de la Selección Argentina en la tapa de Clarín.

El formato tabloid sería vital en esa estrategia, por sus contenidos de lectura rápida y comprensión sencilla, su mirada cómoda y amena, incluso en colectivos, trenes y subtes. Y así lo anunciaba el diario en un recuadro al pie de su portada de la edición del 5 de octubre de 1957, con un título significativo (¿Por qué lee usted este diario?), acompañado de este texto:

Hombres y mujeres de hoy quieren recibir la noticia en un claro impacto visual. Un título y pocas líneas tienen que suministrar la esencia de la información, las circunstancias de tiempo, lugar y modo en el que el suceso ha ocurrido y el motivo que lo produjo. Por eso Clarín es un ‘tabloid’. Para poder servir -dentro de un menor volumen de palabras- la mayor cantidad de noticias de las que la sociedad moderna -ocupada e impaciente- está ávida y necesitada. Se sabe más y en menos tiempo leyendo Clarín que cualquier otro diario. Por eso Clarín es un ‘tabloid’. Y por eso usted lee Clarín”.

Ya a mediados de 1959, a menos de 15 años de su aparición, el diario daría señales de ese proceso de crecimiento en busca de consolidar su modelo en gestación de diario para toda la familia, y para todos los sectores sociales, aunque las clases medias lo considerarían como un producto a su medida. Esa idea se reflejaría en las portadas de las ediciones dominicales de todo ese año, en las que anunciaría con un título destacado: “Con una gran primicia: los cuatro suplementos de Clarín de los domingos/Suplemento Económico -Financiero/Suplemento Literario/ Suplemento Cinematográfico/Suplemento Femenino”.

Con ese imaginario aspiracional como objetivo editorial, Clarín se convertiría en su edición del 21 de agosto de 1960 en el primer diario argentino en lanzar una revista de domingo, a 20 páginas y dos colores. La llamaría “Clarín Revista” y recién la anunciaría en su portada, como atractivo para los lectores, una semana más tarde, el 28 de agosto, en el 15° aniversario del diario. En junio de 1994 la historia se prolongaría con la revista “Viva” y su continuidad hasta el presente,

Clarín asumió los desafíos de la era digital y ya alcanzó los 750 mil suscriptores

Desde los primeros años Clarín buscaría un público que no sólo satisfaciera sus necesidades de información. Proyectaba que el diario también fuese una herramienta útil para la vida cotidiana de sus lectores. Y los históricos Avisos Clasificados serían vitales para el desarrollo de esa estrategia: tanto que generarían un gran mercado de oportunidades, regulado por los propios consumidores. Oferta y demanda, compra y venta. Todo estaba en esos avisos: el auto, la heladera, el televisor, el lavarropas, pero también los sueños, las ilusiones y las expectativas del lector convertido en consumidor.

Con el tiempo, fue tal el impacto de la sección en la sociedad que la empresa decidiría repartir gratis los suplementos de Clasificados a quienes hacían cola durante las noches para poder acudir temprano al día siguiente a una entrevista laboral. Fue una época dorada, ya con la dirección de Ernestina Herrera de Noble, viuda y sucesora del fundador. Clarín comprendía las necesidades de una audiencia en constante crecimiento. Lectores que compraban, vendían, buscaban empleo, autos o soluciones para su vida diaria. Ofrecían y se ofrecían. Detrás de los Clasificados estaba la posibilidad del primer trabajo, la primera casa, el primer auto, quizás de una segunda oportunidad en la vida.

En los años más difíciles de la dictadura militar, Clarín fue muy crítico con la política económica. Fue una época de gran crecimiento en circulación, buscando hacerse eco y reflejo de preocupaciones de la sociedad en su mas amplia acepción.

Fue un período oscuro, en el que el periodismo también pagó su precio. Aun así se crearon espacios para fomentar el debate, darle voz a dirigentes políticos e intelectuales que encontraron la herramienta para hacerse oír. Hubo textos perdurables por su crítica, agudeza y talento como los de María Elena Walsh (El país del Jardín de Infantes, 1979), y Jorge Luis Borges (Juan López y John Ward, 1982), por citar los más sobresalientes.

El título “Llegamos”, que con tipografía catástrofe anunciaba las elecciones que ganaría Raúl Alfonsín en octubre de 1983 estuvo en sintonía con el sentimiento mayoritario de una sociedad, todavía dolorida por la derrota militar en Malvinas, que ansiaba la democracia.

«LLEGAMOS», el histórico título de Clarín el 30 de agosto de 1983. Y la tapa del día posterior con Alfonsín protagonista.

En los 90, con el fin de siglo muy a la vista, el diario ingresaría en la etapa de los rediseños, proceso que le daría elegancia y pulcritud a sus páginas, con tipografías propias que transformarían a Clarín en un diario moderno y de lectura sencilla, sin que resignara calidad y profundidad en sus textos.

Al mismo tiempo, ante el avance Internet y el imparable cambio tecnológico, se asumía el bautismo de las ediciones on line, experimentales casi, pero ya con la misión de acompañar al viejo papel y superarlo de a poco por la potencia de la inmediatez, de la mano de una plataforma novedosa: los teléfonos celulares, capaces de portar en sus contenidos libros, diarios, información, servicios, entretenimientos. El mundo al alcance de la mano. A un clic de distancia.

«El día del terror». La edición especial de Clarín el día que atacaron las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Y la tapa del día siguiente: «La Guerra».

Este diario ahora octogenario supo en un momento agrupar en su contratapa al seleccionado de los mejores humoristas y dibujantes del país. Quino, Fontanarrosa, Caloi, Carlos Trillo, Horacio Altuna, Jorge Guinzburg, Sendra, Crist, Abrebaya, Tabaré, Viuti, Dobal y muchos más. Hasta los tiempos actuales de Maitena, Erlich, María Verónica Ramírez y Crist.

Con el Maestro Sábat siempre presidiendo esos altares del talento. Su plumín y la tinta china o el lápiz fueron un dolor de cabeza para todos y cada uno de los gobiernos y gobernantes, democráticos o tiránicos. Sábat redujo a la nada a dictadores feroces sin decir una palabra: sencillamente los demolía al mostrarlos como viudas con el alma en pena.

En 80 años Clarín atravesó cinco generaciones. Hubo quienes, siendo nietos, empezaron en su infancia la lectura de ese diario que pasaba por debajo de las puertas de la casa y lo reciben aún hoy, siendo abuelos. Y hasta se apoyan en el auxilio de sus nietos para mejor disfrute de los servicios digitales del diario. Clarín fue y es testigo de nuestras vidas. En ocho décadas, en el país y en sus páginas pasó de todo. Desfilaron por la Casa Rosada 30 presidentes, 14 de jure y 16 de facto. Sufrimos cuatro golpes de Estado abiertos, otros cuatro intentos fallidos, magnicidios, cuatro pestes letales, tragedias, adioses de multitudes en llanto, un Papa argentino, consagratorias cumbres deportivas, una democracia estabilizada.

Tantas cosas, buenas y malas. Hubo quienes se dedicaron a “matar al mensajero”, un viejo reflejo autoritario que olvida que el periodismo crítico es un factor esencial del sistema democrático. Los medios continúan cuando son creíbles para sus audiencias. Con esa convicción, Clarín apuesta al futuro, trabajando para que su periodismo siga vigente.

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