La revancha de los timberos de Wall Street

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John Moore es el encargado para América Latina del banco Morgan Stanley. Hace unos días, en una entrevista, sugirió, sin eufemismos que, si Argentina sigue con el ajuste y “consolida” las reformas fiscal y tributaria, habrá nuevas inversiones de parte de esa entidad. Para el público común, podría leerse como un condicionamiento habitual de inversores potenciales, pero el mensaje es más complejo. Morgan Stanley es uno de los cinco grandes pooles que manejan en el mundo los mayores volúmenes de dinero de millonarios globales. Casi al mismo tiempo y con el mismo sentido, Facundo Gómez Minujin, jefe del banco JP Morgan y titular de la cámara de empresas estadounidenses AMCHAM, exigió garantías de que pasen en el Congreso las reformas fiscales, considerándolas «insuficientes» tal y como se modificaron en la Ley Bases en el Senado. 

En síntesis, Moore y Gómez Minujin pelean para que las fortunas que administran paguen menos impuestos de los que ya pagan, que son pocos en relación al capital y las ganancias. Con un problema serio: su receptor del mensaje, el gobierno argentino, está plagado de banqueros especulativos, iguales que Moore y Gómez Minujin, con la misma lógica y en lugares sensibles para el ejercicio de la política económica. Hace unas horas, de hecho, se empezó a especular con que, tras la renuncia del viceministro de Luis Caputo, el cavallista Joaquín Cottani, asumirá en el cargo el chileno José Luis Daza, otro ex JP Morgan.

Hoy, el Gabinete económico, el Banco Central y hasta el equipo de asesores económicos del Presidente están monopolizados por ex banqueros globales del Morgan, Goldman Sachs, HSBC, Deustche Bank y otras entidades internacionales. Un dato extra: esos mismos personajes ya integraron, en su mayoría, el gabinete económico de Mauricio Macri, un proceso que terminó no casualmente en una recesión récord, con liberación de cepo y fiesta inicial de los mercados, ingreso de capitales golondrina y posterior fuga, más un proceso de endeudamiento externo que culminó con el crédito de 54 mil millones de dólares que el Fondo Monetario (FMI) le dio a Macri para intentar salvar su gobierno. En esos mismos términos se está debatiendo hoy, sobre la timba financiera, el ajuste del Estado, las tasas de interés y tomar deuda para conseguir dólares que por la recesión no llegan. Y volver al FMI, sumándole deuda al acuerdo de deuda más grande de la historia, que tomaron en el 2018 esos mismo banqueros. Todo el experimento es lo que precipitó, por caso, la salida de Cottani, que en el arco de la derecha conservadora se ubica se ubica entre los ajustadores con algo de contacto con las variables reales.

Esto explica, también, por qué Milei -un macroeconomista- nunca sabe responder cómo es que el salario le ganará a la inflación en un período de depresión económica. Los banqueros tampoco saben responder una cuestión sumamente sencilla. O lo hacen con los libros, que en esta administración quemaron toda lógica de los procesos. Por todo esto, muchos de los críticos de la gestión de Milei le avisan al Presidente que “ésta es la revancha de los timberos de Wall Street”. A Milei le gusta, de todos, porque prefiere a los osados que no miran daños colaterales y embaten. Otro dato adicional: la guerra de banqueros que se dio en el gabinete PRO, a trazo grueso una batalla de caputistas y sturzeneggeristas, hoy vuelve a darse en el gabinete de Milei. Y las filas de Sturzenegger están acelerando contra Caputo porque no le ven resultados palpables y lo vislumbran ante una inminente crisis macro. La misma interna que se dio en 2018 ante el FMI. La misma película, dos veces, en menos de una década. 

La banca siempre gana

La peregrinación de empresarios del consumo e industriales de la Unión Industrial Argentina (UIA) a las oficinas del ministro de Economía, Luis Caputo, es constante y siempre con el mismo final. «Ministro, no vendemos nada, está muy caída la actividad», le preguntan. Contesta que «la macro lo va a resolver». Un deja vu para los ceos, que empieza a resignar hasta los más fieles conversos del libertarianismo. Caputo trabajó en el JP Morgan y en Goldman Sachs. Para el BCRA, eligió a Santiago Bausili, quien trabajó 9 años en el Deustche Bank, 6 de los cuales pasaron en Nueva York; donde coincidió con Caputo. Luego, cuando fracasó en la era Macri la misma política que aplican hoy, armaron juntos la consultora Anker, de la que además salieron Martín Vauthier y Federico Furiase, hoy directores en el banco BICE y en Hacienda. 

El Banco BICE, que tiene como misión el fomento a proyectos productivos, también está colmado de cuadros que se dedican al negocio de la especulación financiera. Felipe Núñez, un economista muy activo en redes sociales, hoy es director en la entidad. Viene, entre otros trabajos, de Alchemy Valores. En 2017, durante el Gobierno de Macri, la Comisión Nacional de Valores (CNV) sancionó a dos casas de Bolsa por irregularidades en operaciones de suba artificial de cotizaciones del dólar MEP y CCL. Una de ellas era Bullmarket, propiedad del legislador libertario e integrante del equipo de asesores de Milei, Ramiro Marra, la otra, Alchemy.

En el Banco Central, Caputo armó la resistencia al Sturzeneggerismo, también con banqueros especulativos. Vladimir Werning, vice del BCRA, trabajó en el JP Morgan de Nueva York y se hizo conocido en el pasado por ser viceministro de Hacienda de Alfonso Prat Gay, que también fue banquero del Morgan. Carga en sus espaldas su fanatismo por La Renga, algo que, por razones obvias, no lee bien con Wall Street. Werning también fue un alto mando de AR Partners, una de las ALYCS con más clientes en el país. 

A finales del año pasado, a una semana del ballotage, Argentina se quedó sin nafta por varios días. El candidato Sergio Massa le apuntó a Alejandro Lew, director financiero de YPF, quien habría decidido parar por reparaciones dos refinerías clave, sin habilitar además los dólares para cubrir el suministro con importaciones. Miguel Ángel Pichetto lo mencionó en el Parlamento como el que «lo hizo ganar a Milei». Días después de esa elección, no casualmente, Lew quedó como vice segundo del BCRA. El personaje en cuestión fue director ejecutivo del banco HSBC. En la entidad británica con sede en Buenos Aires fue parte, además, del equipo de originación de deuda de mercado de capitales. También trabajó en el JP Morgan, donde fue vicepresidente funcional del Chase Bank, sucursal Buenos Aires, estando a cargo del equipo de relación con clientes institucionales y corporativos de la mesa de dinero del banco. También se desempeñó en el Banco Itaú.

Un «importado» del palo

El Gobierno de Milei tiene un problema operativo que es central. Desde la primera magistratura para abajo, ninguno de los cuadros del gabinete descolló en su actividad privada. En ese escenario, los Golden Boys ascienden porque, en su metier, pueden mostrar credenciales de toma de decisiones en lugares de peso real. Eso y el carácter extrovertido y border que suelen tener, conquistó a un Milei que se pega a ese tipo de perfiles. 

Para los banqueros es todo ganancia. La gestión publica, en general, también nutre negocios futuros. El caso más saliente es el del ex ministro de Economía de Mauricio Macri, Nicolás Dujovne, que gracias a las tarjetas personales que consiguió en el G-20 que se hizo en Argentina, pudo ampliar su cartera de clientes para tener hoy una consultora muy nutrida de capitales privados. De paso, Dujovne trabajó para el Citibank, el Banco Galicia y el Patagonia. 

El fin de semana pasado, el vice de Caputo, Joaquín Cottani, renunció al cargo en desacuerdo con el perfil de «timba» en Hacienda y aledaños. Hacía varios días que su despido estaba listo, porque se venía quejando de que Caputo no atendía los efectos sociales del ajuste. Días antes de eso, el chileno-argentino José Luis Daza, quien presuntamente será su reemplazo, había visitado al menos dos veces la Rosada. Asesor de la derecha chilena y amigo del candidato presidencial José Antonio Kast, Daza trabajó en el Morgan con Caputo. Luego, también coincidieron en Deustche Bank. «En Hacienda, es más común ver a un banquero que a gente que haya trabajado en el Estado», bromeó ante Página I12 alguien que frecuenta esos pasillos hace décadas. Otro caso: Nicolás Marcelo Ferro, el segundo en el escalafón de la Superintendencia de Entidades Financieras, también es hombre del JP Morgan. Integró, entre otras posiciones, el Departamento de Riesgo. 

Lo de Daza, en tanto, va de negocios y amistad. Con Caputo son íntimos y hablan el mismo idioma, el de los mercados. En 2007, Daza fundó con Demian Axel Reidel el fondo de inversión QRF, con sede en Nueva York. «Satanás» Reidel, tal como contó este diario, es el nuevo fetiche de Milei, quien le aporta a sus discursos, le instaló la idea de la Inteligencia Artificial y lo acompañó al G-7. Reidel fue jefe de la división Mercados Emergentes del JP Morgan, misma tarea que realizó en Goldman Sachs. La permeabilidad anímica e ideológica del Presidente hizo que Reidel lo convenciera de que la matríz económica de Argentina puede depender de la IA. El dato desconcierta a los empresarios de la economía real, que son la mayoría. Sobre todo, porque no parece haber alternativas. 

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