Hace más de medio siglo, más precisamente el 21 de julio de 1969, los astronautas a bordo del Apolo 11 llegaron a La Luna y caminaron por su superficie con sus trajes espaciales, mientras el resto de la humanidad los observaba con sus televisores. Hacia 1972 fueron 11 hombres los que caminaron por el satélite natural de la Tierra, y desde entonces ninguna persona volvió a pisarla.
Ahora, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) no solo piensa regresar, sino que planea construir casas para prolongar la estancia en el satélite, que serán aptas tanto para astronautas como para personas comunes. La agencia estima que para el 2040 los estadounidenses tendrán allí su primera zona residencial en el espacio.
A pesar de esto, algunos científicos de la NASA creen los plazos que se fijaron son muy ambiciosos, porque aún no se logró volver a aterrizar en la Luna. Esto último cambiaría en noviembre de este año cuando se lleve a cabo la misión Artemis II, en la que la nave llevará a cuatro astronautas para el retorno.
El proceso de construcción de las propiedades en la Luna será a través de una impresora 3D. A partir de este método se construirán las estructuras capa por capa, con un hormigón lunar especializado creado con todos de fragmentos minerales, de rocas y polvo de la capa de a superficie.
Pero, entre los diversos obstáculos que se presenta, hay uno en particular que se destaca por encima de los demás: el polvo de la superficie lunar. Este es tan abrasivo que puede cortar como el vidrio y resulta tóxico cuando se lo inhala.
Aunque, este polvo se presenta como un problema, científicos cuentan que también puede ser la solución. Ya que, si resulta posible hacer casas en impresiones en 3D en la Tierra con minerales encontrados en el lugar, las construcciones en la Luna podrían imprimirse con barro de allá.
De esta manera, la NASA se asoció con la empresa de tecnología de la construcción ICON para poder realizar su objetivo en 2040, en el que los planes aún son renderizaciones, pero contaron con el aporte de arquitectos para así poder conceptos y diseños.
Una de las grandes medidas a tener en cuenta es el equipo que la NASA pretende enviar a la Luna, ya que antes de cualquier anuncio, debe probarse en la Tierra y así verificar que resista el ambiente. Pero también, otro aspecto a considerar es que viajar con poco peso es fundamental, porque cada kilo adicional que se transporta en un cohete al espacio, cuesta alrededor de US$1.000.000.
Una casa, no importa si está en el espacio o en la Tierra, no solo es una construcción con paredes, necesita una puerta y objetos en su interior de uso común. En este caso, la agencia espacial trabaja con varias universidades y empresas privadas en la creación de prototipos de muebles y diseños de interiores que puedan resistir el ambiente. Además, antes de la construcción de las casas, la NASA planea construir plataformas de aterrizaje, para las naves que transporten las impresoras 3D aterricen en la Luna.
A pesar de que esta idea surge de la agencia estadounidense, y de que sus astronautas fueron los que plantaron su bandera en la superficie lunar en 1969, dos años antes el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre declaró que nadie puede ser dueño de la Luna.
El objetivo de la NASA más allá de la Luna
La Luna no es la única frontera que se quiere cruzar, la NASA tiene un objetivo más largo e incluso más lejano: construir en Marte.
Los científicos de la agencia pretenden que el satélite se pueda utilizar como una parada intermedia, porque, además, creen que el agua de la superficie lunar podría convertirse en combustible para las naves.
De esta manera, un cohete que viaje de la Tierra a Marte podría hacer una parada en la Luna, y así los astronautas puedan reposar en las casas construidas para luego poder continuar con su trayecto hacia el planeta rojo.
Es más, en junio de 2023, cuatro astronautas de la NASA entraron a Mars Dune Alfa, una estructura de 160 metros cuadrados impresa en 3D por ICON, en Hudson, con Lavacrete teñido del mismo color óxido que predomina en Marte, y pasarán un año en condiciones simuladas como práctica para vivir algún día realmente en el planeta vecino.
LA NACION