Acá se hacen bien las cosas: son hermanos, transformaron un campo y venden créditos de soja

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“Jamás me imaginé dando un taller para 80 adolescentes”, dice Fernando de Nevares con una sonrisa. Junto a su hermano, Antonio, son la sexta generación de una familia agropecuaria y los responsables de dos predios productivos que hace unos años empezaron un proceso de mejora profunda en lo productivo, ambiental y humano, que hoy da sus frutos.

Uno de los campos es San José. Está ubicado en Leubucó, Buenos Aires, límite con La Pampa, y se dedica (sorpresivamente) a la agricultura: de las 690 hectáreas totales, 630 están destinadas a rotaciones de maíz, soja y girasol, con incorporación de cebada cuando las lluvias otoñales acompañan. “Antes de la siembra directa el agua era la principal limitante”, describe Antonio. “Pero hoy, en San José, con 600 mm se puede hacer un buen maíz”.

El otro campo es San Félix, de 1591 hectáreas, también ubicado en Buenos Aires, aunque en la localidad de 25 de Mayo. Allí se combina agricultura con ganadería en un modelo intensivo y de pastoreo racional, donde la hacienda siempre va sobre cultivos verdes y la rotación incluye cebada, soja, trigo, maíz, raigrás y avena. Ahora están probando con la producción de camelina, una oleaginosa que tiene muchos usos, entre ellos el de biocombustible para aviones.

De sus 690 hectáreas, 630 se destinan a rotaciones de maíz, soja, girasol y, ocasionalmente, cebada, en un sistema 100% de siembra directa

La carga ganadera del establecimiento alcanza las 5,5 cabezas de terneros por hectárea, con suplementación de silaje de maíz de autoconsumo durante el invierno. En cuanto a razas se prioriza el Angus, aunque también trabajan con Hereford y algunos Braford que compran en Chaco y Corrientes, según oportunidades del mercado.

En 2018, Fernando y Antonio decidieron dar un paso clave en la evolución de su esquema productivo: obtener la certificación del Estándar RTRS para la Producción de Soja Responsable, desarrollada por la Mesa Redonda sobre Soja Responsable (RTRS, por sus siglas en inglés), una organización internacional sin fines de lucro que promueve la producción, el comercio y el uso responsable de la soja a nivel global. Ahora bien, ¿por qué se embarcaron en esto? ¿Qué buscaban?

“Todo comenzó con un proceso previo: hacia 2014 teníamos algunos problemas en la empresa y sentimos la necesidad de revisar cómo veníamos trabajando, estando dispuestos a mejorar lo que había que mejorar”, recuerda Fernando. “Éramos conscientes de que podíamos ser más prolijos en nuestra producción, que podíamos mejorar en la manipulación de fertilizantes, fitosanitarios y en la forma de trabajar en el día a día, así que contratamos a una empresa para que realizara un análisis de nuestro negocio, con el objetivo de sugerirnos mejoras”.

En ambos establecimientos trabajan con buenas prácticas agrícolas, cuidado ambiental y bienestar animal, integrando indicadores de sustentabilidad en la gestión cotidiana

Y ahí vino la sorpresa: de las cuatro o cinco cosas que pensaban que tendrían que mejorar, el informe arrojó casi treinta. Después del impacto, lo que hicieron fue ponerse a trabajar. “Fue cambiar de paradigma, de forma de ver las cosas, de que aquello que estaba ‘naturalizado’ dejara de estarlo”, resume Antonio. “Por ejemplo, en los campos siempre hubo cavas para los residuos domiciliarios, con la práctica de quemarlos cada tanto, eso era lo normal, todo el mundo lo hacía. Pero un día ´vimos´ que eso no podía ser, que era contaminante para las napas e incluso para el paisaje. Entonces lo cambiamos y hoy los residuos domiciliarios van a compostaje o se mandan a un destino final; parece algo menor, pero no lo es, es parte de un proceso profundo. Y como ese, tenemos muchos ejemplos”.

“Lo que buscábamos con RTRS era mejorar aún más, así que certificar consistió en mostrar lo que hacíamos”, explica Fernando. “Para el proceso nos apoyó un consultor que fue de mucha ayuda y llegado el momento de la certificación no fue un cambio radical porque ya veníamos haciendo las cosas bien, pero obtenerla formalizó todo ese trabajo”, explican. “Hoy la totalidad de los dos campos está certificada y en 2022 también certificamos maíz”. En la campaña 2024/25 la empresa certificó 2230 toneladas de soja y 8077 de maíz.

La familia Nevares lleva adelante dos establecimientos agropecuarios en la provincia de Buenos Aires. El primero es San José, ubicado en Leubucó, Buenos Aires, límite con La Pampa

Con el tiempo, los Nevares integraron los indicadores a la rutina diaria y dicen que ya es parte de la cultura de la empresa. “Si uno no los pone en práctica de forma cotidiana y concreta, no hay manera de lograr la certificación”, asegura Fernando. “Entre otras cosas es indispensable tomar registro de clima al momento de las aplicaciones y el uso de elementos de seguridad como guantes, zapatos reforzados y líneas de vida para los trabajos en altura”. Y agrega: “Todo esto hace que las personas trabajen mejor en todo sentido: más seguras y cuidadas. Además, se las hace partícipes de los procesos que llevamos a cabo en los establecimientos, por lo tanto, la gente sabe lo que hace y por qué lo hace, lo cual genera un incentivo para trabajar de forma más eficiente”.

Para llevar adelante este proceso contaron con el acompañamiento técnico de SPC Consultores, especialistas en la implementación de estándares de producción sustentable. La certificación fue otorgada por Bureau Veritas, un ente de certificación independiente que audita la implementación del estándar RTRS y la aplicación efectiva de las prácticas productivas en los establecimientos.

Un beneficio de la certificación RTRS fue lograr nuevas relaciones comerciales, por ejemplo, con la red global Viterra, diversas filiales de Cargill o empresas relacionadas a la acuicultura, o a la nutrición animal, participar en redes internacionales y vender créditos de soja. “Todo esto nos abrió oportunidades y vemos que hay mucho potencial”, afirma Antonio.

El segundo campo es San Félix, de 1591 hectáreas, en el partido bonaerense de 25 de Mayo, donde combinan agricultura y ganadería con un modelo intensivo, basado en pastoreo racional sobre cultivos verdes

Desde 2018 a junio de 2025, como productores vendieron 17.479 créditos de soja. Una de las mejoras técnicas que están analizando implementar en el futuro es la incorporación de camas biológicas. “Se trata de sistemas diseñados para degradar los residuos de fitosanitarios que quedan tras el lavado de los equipos de pulverización, y que hasta ahora no habíamos incorporado debido a su alto costo”, explican.

Esta mejora se enmarca en un proceso más amplio de transformación ambiental que los hermanos Nevares vienen desarrollando en sus establecimientos, con múltiples iniciativas en marcha y otras ya consolidadas.

Más allá del negocio

Certificar RTRS también tuvo implicancias tranqueras afuera, principalmente con la comunidad cercana, con quien la empresa mantenía una “buena relación, pero pasiva”.

“La escuela que tenemos cerca y los bomberos siempre supieron que podían contar con nosotros para un aporte económico, pero después de la certificación la relación se tornó más activa”, cuenta Fernando. “Por ejemplo, al momento de una capacitación en primeros auxilios la llevamos a cabo con empleados propios y de campos vecinos y en la escuela, donde invitamos a los padres y a los vecinos. Y la verdad es que esta iniciativa no se nos hubiese ocurrido a nosotros ´naturalmente´”.

También en el ámbito familiar hubo repercusiones porque son muchos los ojos puestos en la producción agropecuaria: “Los jóvenes nos observan, nuestra nueva generación se compone de 24 personas que tienen interés en lo que hacemos y en cómo lo hacemos”, explica Antonio, padre de 8. “Estar certificados es una forma de legitimar que acá se hacen bien las cosas, que no hay nada que ocultar y tanto se abrió el diálogo que hasta un día me encontré dando un taller sobre producción responsable para 80 adolescentes, algo que nunca me hubiera imaginado”, dice Fernando.

Innovación, compromiso ambiental y trabajo con la comunidad: así es el modelo productivo que impulsan los hermanos Nevares

Con el tiempo la idea de “hacer las cosas bien” se fue profundizando y los hermanos se afianzaron en el camino de unir producción y conservación del ambiente. Tal es así que también participaron de InBioAgro, un programa impulsado desde CREA (con apoyo del INTA y del Conicet) con la convicción de que es posible producir de manera eficiente y en armonía con la naturaleza.

En este marco, un equipo de biólogos y expertos en aves fueron a San Félix para realizar un inventario de insectos, pájaros y plantas nativas. A partir de entonces, hay algunas zonas del campo (10 hectáreas aproximadamente) donde no se produce y que quedaron para el desarrollo de la biodiversidad que, al mismo tiempo, es beneficiosa para la producción porque contribuye a un ambiente sano.

“Nuestro compromiso es seguir mejorando, por eso ahora estamos pensando en utilizar un dron para realizar aplicaciones selectivas directamente a la maleza, utilizar fitosanitarios de banda verde en su totalidad y nos hemos sumado a otras certificaciones como los bonos de carbono o Suelos Bonaerenses”, un programa del Ministerio de Desarrollo Agrario de Buenos Aires que certifica buenas prácticas, describe Antonio.

“Este proceso de mejora nos ha transformado, ha cambiado nuestro paradigma en muchos aspectos”, reflexiona Fernando. “Pienso, por ejemplo, en la ganadería: si bien no entra dentro de la certificación, también allí capacitamos al personal y, de manera natural, comenzamos a garantizar mejores condiciones de bienestar animal. Dejamos de usar perros o gritos y hasta incorporamos una manga diseñada de forma más amigable e intuitiva para el ganado. Todo esto ocurre porque, más allá de las exigencias formales, cuando uno mejora de verdad hay prácticas que se adoptan naturalmente, ya que son lo mejor para todos. Por eso a los productores que todavía dudan, les diría que el proceso vale la pena: no solo mejora el ambiente y la forma de trabajar, sino que también abre puertas comerciales que antes no imaginábamos. Lo que parece un costo es, en realidad, una inversión que se recupera y transforma la empresa a largo plazo”.


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