Lalo Schifrin: «La música bien hecha es un acto de magia»

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La sinfonía «¡Viva la Libertad!», compuesta por Lalo Schifrin, que este sábado celebra sus 93 años, y Rod Schejtman, tuvo su estreno en abril de 2025 en el Auditorio Nacional del Palacio Libertad, en la Ciudad de Buenos Aires. Con una duración de 40 minutos y escrita para cien músicos en escena, fue interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección del Maestro Emmanuel Siffert.

“Tuve la fortuna de trabajar con músicos extraordinarios a lo largo de mi vida: Dizzy Gillespie, Astor Piazzolla y Ray Charles, entre muchos otros. También colaboré con arregladores y orquestadores increíbles. Pero esto fue distinto”, contó Schifrin a PERFIL.

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“Cuando supe que Rod Schejtman había ganado el premio más importante representando a la Argentina en el Mundial de la Música Clásica de Viena me conmovió la profundidad emocional de sus composiciones, y esa misma nostalgia por mi país me llevó a proponerle componer juntos una obra dedicada a la Argentina”, confesó.

El próximo miércoles 25 de junio Schejtman realizará la primera interpretación pública de extractos de la sinfonía «¡Viva la Libertad!» al piano, en el Teatro Colón, en el marco del Bicentenario de relaciones entre Reino Unido y Argentina. La obra, además, fue declarada oficialmente de Interés Cultural por la República Argentina, en reconocimiento a su valor artístico, simbólico e histórico.

“En toda mi carrera, nunca había escrito una sinfonía en coautoría. Esta fue la primera vez, y hacerlo junto al Maestro Schejtman fue profundamente emocionante. Entrelazamos nuestros lenguajes musicales como dos compositores argentinos, creando juntos una obra compartida dedicada a nuestra patria”, aseguró el artista.

Lalo Schifrin: “El triunfo que yo tuve, no fue mío: Dios me lo dio”

– Lalo Schifrin usted ha trabajado con directores como Clint Eastwood y George Lucas, ¿cómo adapta su música a las visiones de cada cineasta?
– Cada cineasta tiene una visión única. Para adaptarme, necesito sumergirme en la película y trabajar de cerca con el director. La música, bien hecha, es un acto de magia: vuelve creíble lo que vemos en pantalla. Componer para cine es lograr el contrapunto perfecto entre imagen y sonido.

– ¿Qué siente al saber que su música sigue siendo parte de la cultura popular mundial décadas después?
– Cuando me trajeron el proyecto de Misión Imposible, el productor confiaba en que yo podía hacerlo bien. Yo lo hice -lo mejor que pude y haciendo lo que sentía- sin saber si tendría éxito. Pero nunca imaginé que el éxito iba a ser tan impresionante…

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– Usted ha dicho que componer es como resolver un problema, ¿podría contarnos más sobre cómo aborda ese proceso creativo?
– Primeramente, la música es un lenguaje. Y al ser un lenguaje, habla. Primero, usted tiene que tener en la mente, lo que quiere hacer. Digamos, que usted es una pintora. Usted quiere pintar un cuadro y el cuadro es la música. Imagine que usted es la directora de la orquesta sinfónica de Chicago y tiene todos los instrumentos que necesita. Si usted quiere pintar un cuadro, lo pinta. Pero también, sabe las limitaciones que tiene. Por más que usted tenga un gran nombre y se la respete mucho, de golpe, hay algo que no camina en su mente. Entonces, usted empieza a buscar, ¿por qué no puedo encontrar la solución? Entonces, busca, busca… y busca y encuentra la solución. Y empieza a pintar lo que usted quiere. Eso es todo.

– ¿Qué papel juega la espiritualidad en su música?
– Yo creo que el triunfo que yo tuve, no fue mío: Dios me lo dio. ¿Si no cómo se puede explicar que alguien a sus veintipico de años reciba tantos aplausos? Por eso sigo componiendo, porque Dios me dio este don. Yo veo una imagen y ya me imagino la música…

– Después de tantos años en Beverly Hills, ¿qué aspectos de argentina extraña?
– Extraño Argentina todo el tiempo… la calle Lavalle, el café de la calle Corrientes donde mi maestro Juan Carlos Paz me preparaba para el conservatorio de París, el Teatro Colón. Mi padre, Luis Schifrin, fue primer violín de la orquesta Filarmónica de Buenos Aires, en el Teatro Colón, y ese teatro fue mi segundo hogar. Siento una profunda nostalgia porque mi lenguaje musical, mi educación y mi esencia artística se forjaron en Argentina. Y eso me obliga a seguir componiendo música inspirada en mi país. A crear nuevos recuerdos. Así, Argentina está siempre conmigo…

– La composición se llama “¡Viva la libertad!”, una palabra que usa de bandera el gobierno actual de Javier Milei, ¿hay un vínculo entre esa composición y los valores de esta gestión?
– La sinfonía que compusimos junto al Maestro Rod Schejtman, «¡Viva la Libertad!», abraza a todos los argentinos por igual. La dedicamos a nuestra patria, a su resiliencia y a la esperanza de un futuro más grande, así como a la libertad, un valor universal que trasciende banderas y une a todos los pueblos. Para mí, fue profundamente emocionante volver a crear desde mis raíces junto a un argentino del talento, la sensibilidad y la visión de Rod Schejtman.

“Lalo me contagió una actitud hacia la vida: el animarse a todo”

– Rod Schejtman, ¿cómo se gestó es proyecto de composición conjunta?
– Todo comenzó hace más de un año, con una llamada telefónica desde Los Ángeles. El Maestro Schifrin, con esa visión de futuro que siempre lo caracterizó, me dijo con absoluta convicción: “Olvídese de las formas clásicas: Yo soy el futuro”. En ese instante sentí una conexión inmediata. Supe que compartíamos la misma sed inextinguible por trascender los límites de lo establecido. Pocos días después, me propuso algo que definiría un capítulo extraordinario en mi vida: “Le propongo que seamos socios y compongamos una obra firmada por Lalo Schifrin y Rod Schejtman, dedicada a la Argentina”. No lo dudé. Dejé mi vida en Buenos Aires y me embarqué rumbo a Los Ángeles.
La sinfonía, en su versión final, dura cuarenta minutos, pero para alcanzar esa esencia llegamos a escribir más de dos horas de música. Exploramos estructuras, lenguajes armónicos, colores orquestales. Probamos, descartamos, reinventamos. Fue un proceso riguroso y apasionado, en el que cada uno desafiaba al otro a ir más allá.
Bajo la dirección del Maestro Emmanuel Siffert (en el Palacio Libertad), nuestra sinfonía cobró vida. Su entrega fue absoluta: trabajamos juntos durante tres meses, llenó la partitura de anotaciones y dirigió a la Orquesta Sinfónica Nacional con una pasión que sintieron más de dos mil personas cada noche. Ver el teatro colmado, sentir esa vibración en el aire, escuchar la ovación de pie… fue profundamente conmovedor. Confieso que al bajar del escenario no pude contener las lágrimas. Lalo lo vivió en directo desde Los Ángeles, a través de la transmisión por streaming, y compartió esa misma emoción. Nos llamamos de madrugada: las palabras apenas alcanzaban para expresar lo que habíamos vivido.

– ¿Qué aprendizajes se lleva de este trabajo en equipo?
– Durante el proceso de creación de la sinfonía, y tras tantos meses compartidos reuniéndonos a diario, Lalo Schifrin me reveló muchos de los secretos de su lenguaje musical: los recursos que captaban la atención de los grandes productores de cine, las fórmulas sonoras detrás de sus películas más icónicas.
Me confió los mismos libros en francés que había estudiado en el Conservatorio de París, junto con sus partituras manuscritas, repletas de anotaciones y arreglos personales. Esa experiencia expandió mi paleta sonora de un modo que jamás habría imaginado. Pero lo que me llevé fue mucho más que conocimiento técnico. Lalo me contagió una actitud hacia la vida: el animarse a todo, desafiar lo establecido, innovar sin miedo. Esa actitud me transformó. Y eso, se lo voy a agradecer siempre.

– ¿Hay futuro para la música académica?
– Donde hay forma, hay legado; donde hay ruptura, hay genio. Los investigadores Hepokoski y Darcy lo dijeron sin vueltas: una obra maestra no destruye el pasado, lo transforma. El arte sobrevive y trasciende cuando un 80 % honra la tradición y un 20 % la subvierte con inteligencia. Una sinfonía no es solo música: es una ecuación sonora y emocional de altísima complejidad. Mientras existan mentes capaces de resolverla, la música académica seguirá evolucionando.

LT

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