Tras el paro, la CGT se enfrenta al riesgo de un endurecimiento que perjudique al propio peronismo

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El paro general tuvo todos los condimentos tradicionales del folclore político argentino: intercambio de acusaciones y chicanas en la previa, polémicas por los ataques a colectivos, difusión de imágenes de ciudad vacía por parte de la CGT, difusión de imágenes de actividad comercial normal en el interior del país. Y, naturalmente, evaluaciones de éxito rotundo o de fracaso, según quién emitiera el juicio.

El hecho de que el transporte público haya adherido masivamente es lo que permite que resulte difícil saber cuánto de la adhesión fue verdadera o forzada. Lo cual, claro, resulta una ventajoso para las argumentaciones de las dos partes.

En la clásica conferencia de prensa post mediodía, Héctor Daer pidió algo que sabe que será de difícil cumplimiento: un cambio en la dureza del ajuste que lleva a cabo Javier Milei: «El Gobierno debe tomar nota y reconfigurar su política de ajuste, que nos está llevando a extremos. Lejos de ser sustentable, se está llevando a extremos a sectores de la ciudadanía que difícilmente se puedan recuperar si esto sigue».

Pero, como siempre, la medida real sobre el éxito o fracaso del paro es la consecuencia política de la medida. A primera vista, el gobierno no sólo no verá motivos para retractarse sino que, por el contrario, dio señales de sentirse cómodo en la confrontación con los dirigentes sindicales.

A diferencia de lo que le había ocurrido con la polémica por el recorte del presupuesto universitario, esta vez Javier Milei no vio a los propios votantes encolumnarse en su contra. El paro estaba precedido de encuestas que revelaban que dos tercios de la opinión pública desaprobaban la medida de fuerza. De manera que el gobierno puede retomar su discurso sobre combate a «la casta» sin tener que hacer declaraciones de reconocimiento tácito de errores, como había ocurrido tras la marcha universitaria.

La ratificación de la línea política fue confirmada durante toda la jornada por figuras del gobierno, como el ministro de Economía, Toto Caputo, el vocero Manuel Adorni, o la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Pero también se sumaron nuevos aliados del peronismo, como el gobernador tucumano Osvaldo Jaldo, quien fustigó a quienes «se quedaron en su casa a dormir en vez de trabajar».

¿Éxito o fracaso?: como siempre, el paro dejó postales contradictorias de avenidas desiertas y actividad comercial normal en el interior

¿Éxito o fracaso?: como siempre, el paro dejó postales contradictorias de avenidas porteñas desiertas y actividad comercial normal en el interior

Objetivos a medias

Nada de esto resulta sorpresivo para la CGT, que en realidad tenía varios propósitos simultáneos con el paro general. Uno se cumplió: calmar la presión de las bases, e impedir que se repitieran situaciones como la de 2017, durante la gestión macrista, cuando en un acto realizado en un contexto de alta conflictividad, Daer empezó a diluir la convocatoria a un paro. En medio del discurso, los asistentes comenzaron a cantar: «¡Poné la fecha, la p… que te parió!». Daer y los demás dirigentes tuvieron que retirarse custodiados.

Ahora, prevenido, Daer confirmó el mantenimiento del paro general a pesar de que el gobierno lo había convocado al diálogo, fruto de lo cual se limaron los costados más controversiales de la reforma laboral. De hecho, todos los aspectos que perjudicaban directamente el poder político y financiero de los grandes grmeios -como la prohibición del aporte compulsivo de los asalariados a los gremios- fueron dejados de lado.

Fue tal la ganancia sindical que Daer se sintió en la obligación de salir a aclarar que no había ninguna negociación secreta en curso entre el gobierno y la CGT para aprobar la ley Bases.

Otra finalidad del paro era el envío de un mensaje a los gobernadores peronistas y al bloque de senadores del PJ, referido a la ley Bases. Más específicamente, al impuesto a las Ganancias. En realidad, el mensaje ya había sido enviado en el primer paro, el del 24 de enero, una jornada que, a diferencia de la de hoy, tuvo un acto donde se pronunciaron discursos que dejaron en claro que a la dirigencia de la CGT le preocupaba más la postura del peronismo que la del propio Milei.

Ese objetivo fue cumplido a medias: el mensaje llegó con claridad, pero ningún senador ni gobernador provincial dio señales de que, por el paro, haya cambiado la actitud que habían mostrado en la previa respecto de la ley Bases.

Otro propósito importante del paro fue plantear una protesta, aunque más no sea en el plano simbólico -y con menos volumen que el tema Gaancias-, por la ola de despidos en el Estado. Con la Ley Bases ya no sólo hay una amenaza para los contratados sino también para los empleados de la planta permanente, y la CGT ve cómo paulatinamente los gremios «duros» afiliados a la ATE -perteneciente a la central CTA, de tendencia izquierdista- le arrebatan el protagonismo a la UPCN, de filiación cegetista.

No por casualidad, uno de los grandes protagonistas del día, con amplia visibilidad en los medios de comunicación, fue el secretario general de ATE, Rodolfo Aguiar, quien advirtió que el paro no era sólo contra el gobierno sino que implicaba un mensaje a los gobernadores provinciales y al bloque legislativo peronista.

Tras el paro, se evidencia una disputa entre una línea dialoguista y una combativa en la interna de la CGT

Tras el paro, se evidencia una disputa entre una línea dialoguista y una combativa en la interna de la CGT

Finalmente, el paro tuvo un objetivo político: recuperar el discurso de defensa de los trabajadores de las capas bajas, luego de cuatro años en que asumieron un rol pasivo y dejaron esa función a las organizaciones piqueteras. Por eso, volvió a las proclamas cegetistas la denuncia por la inflación y su efecto erosivo sobre salarios, jubilaciones y planes de asistencia social. Un arma de doble filo, claro, porque dejó servida la respuesta para que desde el otro lado denunciaran el contraste entre la actitud blanda hacia Alberto Fernández y la dureza contra Milei.

¿Se distiende o se endurece?

Pero, más allá de los intercambios de acusaciones con el gobierno y de la presión al Congreso, hay otra situación a definirse en el sindicalismo luego del paro: si prevalecerá la línea dialoguista de Daer y «los gordos» o si, por el contrario, se impondrá la postura confrontativa de Pablo Moyano, los gremios estatales y la corriente sindical de izquierda.

Dicho en otras palabras, si este paro fue un evento tras el cual haya una distensión política o si apenas se trata de la primera instancia de una escalada conflictiva.

Más duro en lo discursivo y en los hechos, Moyano se viene diferenciando de sus colegas al plantear más predisposición al conflicto. Su evaluación sobre el paro fue que «les dolió». Pero lo más importante es que, sumándose a la iniciativa que habían planteado sindicalistas de izquierda como Rubén «Pollo» Sobrero, dejó abierta la posibilidad de un nuevo paro de 36 horas cuando se trate la ley Bases en el recinto del Senado.

«Todos los sectores te lo están pidiendo, seguramente sea la próxima instancia. Todos los sectores de la sociedad se tienen que movilizar ese día, todos los que van a ser perjudicados por la Ley Bases», justificó el camionero.

La línea dialoguista fue la que permitió, luego de la reunión de Daer y la plana mayor de la CGT en la Casa Rosada, que se modificara el proyecto original de la ley Bases, y también que se levantara el veto de Toto Caputo sobre las paritarias que se apartaban de la proyección inflacionaria del gobierno. Quien destrabó ese punto concreto fue el veterano Hugo Moyano, quien a diferencia de su impulsivo hijo, manifiesta disposición a dialogar en determinadas situaciones.

Las primeras señales desde el gobierno van en el sentido de cortar las líneas de diálogo con la CGT, en una especie de castigo por la convocatoria al paro. No está claro que Milei obtenga un beneficio político de una medida de ese tipo, salvo que lo que quiera propiciar sea una radicalización del movimiento sindical.

El vocero Manuel Adorni dejó en claro que no habrá un cambio de línea política como consecuencia del paro general

El vocero presidencial Manuel Adorni dejó en claro que no habrá un cambio de línea política como consecuencia del paro general

De hecho, quien más cómodo se mostró con la posible ruptura del diálogo fue Pablo Moyano: «Hoy no tendría sentido hablar con un gobierno que ninguneó estos seis meses a la CGT, a los empresarios nacionales, a las pymes, y que sólo quiere darles negocio a las grandes empresas. Ellos gobiernan para ese sector, y no sería prudente hablar con estos tipos, ¿para qué?; después de los insultos que hemos recibido yo no me siento ni loco a hablar con ellos».

Riesgo de boomerang para el peronismo

En caso de que la línea que predomine en la CGT sea la más combativa, entonces este paro pasará a ser recordado como el punto de inflexión que llevó a un enrarecimiento del clima social. En el corto plazo, está planteada la posibilidad de un paro de 36 horas a los pocos días de un paro de 24 horas. Y hay que remontarse hasta el gobierno de Fernando de la Rúa para ver una situación similar.

Pero dentro de la CGT y del propio peronismo hay voces que alertan contra ese eventual agravamiento de la presión sindical. Para empezar, porque hay una evaluación política sobre un respaldo social a Milei a pesar de la dureza del ajuste.

Ya ante la convocatoria al primer paro en enero, dirigentes como Sergio Massa y Cristina Kirchner habían criticado la medida por apresurada, y advirtieron que se debía planificar un crescendo de las protestas a medida que tuvieran acompañamiento social.

Y, además, está la posibilidad de que un embate sindical termine volviéndose más contra los gobernadores peronistas que contra el propio Milei. En definitiva, son las cajas provinciales las que más tienen para perder si se pierden la coparticipación del impuesto a las Ganancias, que recauda medio punto del PBI y que no parece tener sustitutos claros a la vista.

¿Cuál sería el escenario de una ley Bases que confirme el impuesto a las Ganancias bajo una manifestación con paro convocado por la CGT? El temor de muchos dirigentes peronistas es que esa situación pueda ser más nociva para los propios que los ajenos, porque podría resquebrajar la unidad opositora, mientras que alimentaría el discurso oficialista. Sin embargo, las primeras señales políticas post paro hacen prever que el diálogo entre el gobierno y los sindicatos entrará al freezer.

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