La operación ficción para esconder la crisis

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El mensaje del Gobierno de Javier Milei sobre el contexto general de la economía -esa construcción que pondera el supuesto de mejoras en la macro, una desinflación sostenible, recuperación de la actividad en forma de “V” y un mejor clima de negocios-, entra en conflicto con los datos reales y muestra al Ejecutivo haciendo esfuerzos denodados para que no caigan los eslóganes. 

El dato más fuerte que introduce la historia son las reuniones que viene teniendo el ministro de Economía, Luis Caputo, con empresarios. Mitines en los cuales les reclama apoyo al proyecto, pero con dinero de inversiones. Los ceos justifican el no desembolso asegurándole al funcionario que “el escenario de estabilidad social” no está claro, pero por sobre todas las cosas “no hay demanda”. Esto hizo que Caputo y el propio Milei salieran en las últimas semanas, en público, a marcarle la cancha a los empresarios en eventos públicos, primero en el Foro Llao Llao y, luego, en un evento de la Bolsa de Comercio. La no inversión, en un contexto donde el Gobierno ha favorecido con variopintos beneficios al sector privado, se ve además en los números.

La consultora Orlando Ferreres y Asociados, una de las cuales mide niveles de inversión, reportó que, en marzo, la inversión bruta interna se desplomó 22,3 por ciento, siendo el cuarto mes consecutivo de caída. Por sectores, la inversión en maquinaria y equipos cayó 5,5 por ciento; mientras que en la Construcción el rubro inversión cayó más de 36 por ciento contra igual mes del 2023. “Durante marzo, empeoraron los indicadores de actividad y la inversión no fue la excepción”, consideró la consultora. Y concluyó que, “hacia adelante, considerando el contexto recesivo y la fuerte caída de la demanda interna, no anticipamos un cambio en la tendencia contractiva de la inversión”. Esto explica los nervios del gobierno, sobre todo, con el bolsillo cerrado de sus empresarios militantes. Pero sobre todo grafica que la recesión es la reguladora real de todo el modelo Milei y es el asunto que el Gobierno quiere evitar poner en debate. 

Precios desaceleran porque nadie compra

Con la inflación empezó a ocurrir algo similar. Milei planteó desde un inicio que su única obsesión es la desinflación y el ajuste fiscal, y que para llegar a esos dos objetivos se hará lo que sea necesario. Lo necesario, hoy, es que la recesión y el congelamiento de salarios son el eje del desplome de precios de alimentos, que ponderan fuerte sobre el IPC. Es la única variable que explica el fenómeno, pero Milei ordenó sus funcionarios correr a la crisis del eje del debate. En las últimas horas ocurrió algo pocas veces visto. Desde el Gobierno se filtró el mensaje de que hay una cantidad de alimentos importados que, según los libertarios, habría empujado a la baja los precios de la competencia. Tanto en los grandes supermercados como entre los fabricantes de alimentos negaron a Página I12 que este fenómeno esté ocurriendo. “Casi no hay importados, se empieza a ver alguno, pero insignificante”, cuentan, y admiten que “los que nos disciplina es la recesión, no medidas del Gobierno”.

Para ver cómo se ficcionó el escenario por parte del Gobierno y lo incipiente del ingreso de importados alcanza con una anécdota: dos grandes cadenas de supermercados, una nacional y una multinacional, viajaron hace un mes a Brasil a sondear productos importados. Días atrás, les devolvió la gentileza con una visita a la Argentina un alto directivo de la firma Bauducco, el gigante de panificados, chocolates y budines que se ganó el mote del “Bimbo brasileño”. Preguntó el empresario en cuánto tiempo le pueden pagar la mercadería y aclaró que “si me pagan a 30 días, acuerdo, pero a 120 no”. El Gobierno está particulamente furioso con Bimbo y vocea «un pan brasileño importado, congelado, que puede resistir unos 15 días en góndola». Según las empresas de consumo masivo, si llegaran importados en volúmen, a lo sumo podrían venderse a entre un 15 o un 20 por ciento más barato que los nacionales, pero niegan «que haya productos que son un 75 por ciento más baratos», tal el dato que intentó filtrar el gobierno. 

Lo curioso es que mientras Milei se esfuerza en vender una desaceleración de precios fundada en el ajuste fiscal y en los importados, las mismas empresas del consumo, super y productores, hacen un análisis radicalmente opuesto y algo más cercano a la realidad. Un economista de una compañía importante contó a este diario que, «como el IPC es un promedio con el rubro Alimentos en una alta ponderación, si se vende menos, esos precios naturalmente se equilibran». Ahora bien, a diferencia de otros años, las empresas observan que, con una economía totalmente liberada, no hay compensación de gastos de las familias, lo que empeora el consumo aún con alimentos menos caros. 

Para que se entienda: si un paquete de fideos o una gaseosa reduce algo su precio porque no hay ventas, eso no necesariamente supone mayor poder de compra del salario porque, en paralelo y a diferencia de lo que pasó en los últimos años, también se liberaron precios regulados que no volvieron atrás: los ejemplos más claros son combustibles, colegios privados, tarifas y hasta prepagas. En pocas palabras, una familia que no puede pagar el colegio, naftas o la prepaga, sigue sin invertir más dinero en alimentos y bebidas. Eso también se ve en los números. 

«Duro el churrasco»

«Sabíamos que el churrasco iba a estar duro, pero cuando lo comes está aún más duro de lo que pensábamos». El sinceramiento corresponde a un ceo de un gigante nacional de los alimentos, que cuenta que «más que inversiones, lo que vemos es que la industria tiene una capacidad ociosa muy grande». En algunos productos, hay firmas que tienen sólo 6 de 10 máquinas funcionando, un récord por lo negativo. «Nos preocupa -cuenta-, que la demanda en marzo y abril muestra un desplome muy grande contra igual período». En los números, la consultora Scentia midió una baja del consumo general en hiper y barrios del 7,3 por ciento, y según el sector, en abril será mayor la baja. Viene ese 7,3 de una caída superior al 4 en febrero. 

Ni con mecánica de alta precisión se encuentran cifras que fomenten una escena positiva: un director de un hipermercado nacional dijo a este diario que los precios altos derrumbaron las ventas en comercios de frontera (sobre todo en Orán, Tartagal, Chaco, Misiones y Corrientes), que hasta el año pasado se llenaban de extranjeros. Podría parecer un dato de color si esa venta de frontera no representara el 25 por ciento de la facturación total del sector. 

Es importante saber que la industria, la construcción y el consumo masivo son más del 80 del PBI, es decir, si caen, puede haber una suba estadística impulsada por minería, petróleo y el agro, pero no se verá en la calle. Algo así advirtió recientemente Hernán Lacunza, ex ministro de Economía de Macri, que negó la recuperación en «V» y, sobre todo, puntualizó que no se ve el piso de la recesión. Ahora bien, ¿el campo está en condiciones de equilibrar la balanza?

Agrodólares, 2000 millones abajo

La desesparación del Gobierno por desinflacionar con recesión responde, más que nada a la falta de dólares. Este diario publicó hace dos semanas que el ministro de Economía, Luis Caputo, avisó que haría «todo el kirchnerismo necesario» para evitar la suba de precios. Eso se está viendo: en las últimas horas pisó el precio de tarifas y de combustibles para que no peguen en IPC, además de regular prepagas. ¿Por qué? porque la única forma que tiene de soportar el atraso cambiario sin dólares es llegando a una inflación de 3 a 5 puntos, que haga más creíble el crwaling peg (microdevaluaciones) del 2 por ciento mensual

El apuro también tiene que ver con un fallo en el cálculo oficial de los dólares del agro. Un documento del Gobierno que circuló por dirigentes de la Mesa de Enlace mostraba un escenario ultra optimista de las liquidaciones. En el campo les avisaron que ni cerca estarían de esa pretensión, por diferentes razones: la primera es que el agro entiende que el dólar está atrasado, y no vende. Por otra parte, pegaron las lluvias y los paros de aceiteros. Los datos, a diferencia de lo que el Gobierno vende, son negativos: a esta altura, se levantó el 60 por ciento de la cosecha de la soja y el 70 de maíz. Muy poco. En paralelo, las cerealeras avisaron que, en las empresas del sector, «liquidaron la suma de U$S 1.910 millones de dólares; implicando una suba en relación al mes de marzo del presente año (27%), pero una baja del 21.5% en relación al mismo mes de abril del año 2023 (dólar soja)». 

Así las cosas, en el período enero abril habrá un ingreso de unos 6500 millones de dólares, cuando en un período de buenos precios, deberían estar en 8500 millones, 2000 más que ahora. Con ese márgen, el Gobierno podría paliar la falta de dólares, pero no los tendrá. 

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